Las enfermedades cardiovasculares o ECV figuran entre las principales causas de muerte en las sociedades occidentales. Demasiadas personas adultas cuentan con muchos de los síntomas que desencadenan estos problemas de salud que pueden derivar en la muerte. Menos conocido, pero igual o más alarmante, es saber que el 35 % de los menores españoles presenta dos o más factores de riesgo cardiovascular (según datos de la Fundación Española del Corazón). Cuando sean mayores, sus posibilidades de sufrir estos males serán exponenciales.
Aunque estos padecimientos se manifiestan en la edad adulta, proceden en gran medida de malos hábitos adquiridos durante la adolescencia. Por ello, es especialmente importante empezar a trabajar en esta etapa su prevención.
Lo más positivo es que hacerlo no solo supone beneficios futuros para ellos, también aporta ventajas presentes como mayor concentración, mejor humor y superior estado físico.
Una vez que hayas conocido esta realidad, serás consciente de que debe ser objeto de prevención de la salud en tu familia. ¿Quieres saber más sobre este tema?
El peligro cierto de las enfermedades cardiovasculares
Toda enfermedad cardiovascular representa una seria amenaza para la vida. Estas alteraciones, que afectan al corazón y los vasos sanguíneos, suelen tener consecuencias devastadoras cuando no se abordan a tiempo. En la práctica, nunca es demasiado pronto para empezar a actuar contra ellas. Teniendo en cuenta que su presencia en la edad adulta comienza a gestarse con ciertos malos hábitos adolescentes, los padres tenemos una responsabilidad cierta en este tema.
La hipertensión arterial, la obesidad, el tabaquismo, el descanso escaso o de mala calidad, la alimentación inadecuada y la falta de actividad física son factores de riesgo que aparecen en edades tempranas. Es fundamental, por ello, concienciar a los jóvenes y a sus familias sobre la importancia de llevar un estilo de vida saludable para prevenir estas enfermedades.
La detección temprana de síntomas y la promoción de hábitos saludables son vitales para reducir el impacto de las afecciones cardíacas en la población infantil y adolescente.
Adolescencia y ECV
Durante la adolescencia, los jóvenes presentan una vulnerabilidad significativa a los signos tempranos de posibles complicaciones cardiovasculares en el porvenir. Aunque a esta edad el futuro parece que nunca va a llegar, la realidad es tan tozuda como inevitable. La principal dificultad radica en concienciar a estos chavales sobre algo que, en todo caso, podría sucederles dentro de varias décadas.
Lo primero es hacer una labor didáctica y pedagógica. Hay que hablar con ellos y explicarles la realidad. Deben saber que hay una relación directísima entre los comportamientos de su adolescencia y su salud cardiovascular. El impacto a largo plazo será absoluto.
Tanto los adolescentes como sus familias deben tener acceso a esta información y adoptar las medidas preventivas necesarias desde una edad temprana. Si quieres contribuir a garantizar un futuro saludable y libre de complicaciones cardiacas a tus descendientes, asume el protagonismo y sé un referente y un ejemplo constante.
No se trata de asustar, solo de informar y motivar en la dirección adecuada. Tienes que explicarles que las enfermedades cardiovasculares se empiezan a configurar a su edad. El proceso es lento y apenas perceptible, pero inexorable, silente e imparable. Los síntomas visibles se apreciarán más adelante, cuando ya habrá muy poco que hacer.
Las arterias se van obstruyendo poco a poco, hasta que dejan de llevar sangre a órganos importantes, como el corazón o el cerebro. Cuando se produce el problema final, las consecuencias son serias. En otras ocasiones, las venas se dilatan y se forman trombos. Nunca sucede de un día para otro, es una progresión imperceptible que arranca en la niñez y en la adolescencia.
Solo cuando se tiene clara esta realidad, es posible tomar medidas al respecto. La buena noticia es que, aunque se trata de una inversión en salud a largo plazo, los hábitos saludables de adolescentes ofrecen consecuencias inmediatas en términos de bienestar. Tus hijos se sentirán mejor en cuanto empiecen a adoptar estas rutinas que, en realidad, son menos difíciles de adquirir de lo que parece.
Hábitos saludables para adolescentes contra las enfermedades cardiovasculares
Prevenir enfermedades cardíacas en la adolescencia es un seguro de vida. Solo hay una forma de hacerlo: adoptar estilos de vida saludables que promuevan la salud cardiovascular.
El plan de acción se concreta en tres grandes campos áreas:
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Alimentación saludable. Implementa en tu familia una dieta equilibrada y completa, rica en frutas, verduras, granos enteros y proteínas magras. Evita en lo posible el consumo de tabaco y alcohol, sobre todo en presencia de los adolescentes, para que no imiten tu conducta o puedan justificar las suyas. Mantener un peso saludable y controlar los niveles de colesterol y presión arterial es esencial en esta prevención de la salud. Evitar comer a deshoras, mantener unos horarios fijos para las ingestas y reducir al máximo el consumo de productos procesados, azúcares y grasas malas son otras medidas altamente recomendables.
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Actividad física. La práctica regular de ejercicio físico, preferiblemente de intensidad entre moderada y vigorosa, fortalece el corazón y mejora la circulación sanguínea. Hacer deporte está muy bien, por lo que debes animarlos a encontrar esa modalidad concreta que les divierte y les hace sentir bien. Además, pequeñas rutinas diarias como ir al cole andando o en bicicleta, subir escaleras, bailar o sacar a la mascota de paseo con frecuencia se convierten en alternativas que suman beneficios a diario.
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Descanso. Dormir lo suficiente y manejar el estrés de manera adecuada también ayuda a prevenir la enfermedad cardiovascular desde la adolescencia. Mantener rutinas y horarios de sueño, evitar las pantallas antes de acostarse y alejarse del móvil en ciertos momentos del día son prácticas extremadamente útiles. Como también lo son aprender a relajarse, practicar meditación y hacer pausas periódicas durante las sesiones de estudio.
Adoptar estos hábitos desde temprana edad sienta las bases para un futuro con un corazón sano y fuerte. Nuestra labor como progenitores debe ser estimular y promover este cambio de hábitos tan positivo, a través de la información, la comprensión y el ejemplo. Es una inversión en salud familiar a largo plazo y una fuente de bienestar y satisfacción personal para todos, incluidos tus hijos adolescentes.
Si plantas batalla así a las enfermedades cardiovasculares desde estas edades tempranas de tus hijos, usaréis menos el seguro de salud que en su día contratasteis. No lo dejes para después, actuar cuanto antes podría ser vital para los tuyos.